Letras prestadas

Paranoia: Un canto

Ya no puedo salir.
Hay un hombre junto a la puerta
con un impermeable
fumando un cigarrillo.

Pero

lo he anotado en mi diario
y las direcciones están todas apiladas
sobre la cama, ensangrentadas por la luz
del letrero de un bar vecino.

Él sabe que si muero
(o incluso si desaparezco)
aparece el diario y todo el mundo se entera
que la CIA está en Virginia.

Quinientas etiquetas compradas en
quinientos mostradores de tiendas, todas distintas,
y quinientos cuadernos
con quinientas páginas en cada uno.

Estoy preparado.

Puedo verlo desde aquí.
Su cigarrillo brilla
por encima del cuello de su gabardina
y en alguna parte hay un hombre en el subterráneo
sentado debajo de un anuncio de Black Velvet, pensando en mi nombre.

Los hombres me han sentenciado en cuartos secretos.

Suena el teléfono, pero solo hay un aliento de muerte.

En el bar, al otro lado de la calle, un revólver
ha cambiado de dueño en los sanitarios de hombres.
Cada bala lleva mi nombre.
Mi nombre está escrito en viejos ficheros
y buscado en las listas de la morgue.

Mi madre ha sido investigada;
Gracias a Dios que ha muerto.

Tienen muestras de mi escritura
y examinan las vueltas de las pes
y las cruces de las tes.

Mi hermano está con ellos, ¿lo sabías?
Su esposa es rusa y él
no deja de pedirme que rellene formularios.
Lo tengo en mi diario.

Escucha…
escucha
escucha por favor;
debes escuchar.

Bajo la lluvia, en la parada del autobús,
cuervos negros con paraguas negros 
simulan ver sus relojes, pero
no está lloviendo. Sus ojos son dólares de plata.
Algunos son analistas a sueldo del FBI,
la mayoría son extranjeros que invaden
nuestras calles. Los engañé
salté del autobús entre la 25 y Lex
y un taxista me miró por encima de su periódico.

En la habitación que hay sobre la mía, una anciana
colocó una ventosa eléctrica en su suelo.
Emite rayos a través de mi instalación eléctrica
por eso ahora escribo a oscuras
al resplandor del letrero del bar.

Te lo dije, lo sé.

Mandaron un perro con manchas cafés
y una radio espía en el hocico.
Lo ahogué en el fregadero y lo escribí
en la carpeta GAMMA.

Ya he dejado de mirar el buzón
Las tarjetas de felicitación son cartas-bomba.

(¡Aléjate! ¡Maldito seas!
¡Aléjate! ¡Conozco a los de arriba!
¡Te digo que conozco a la gente del poder!).

La fonda tiene suelos que hablan
y la mesera dijo que era sal, pero yo conozco el arsénico
cuando me lo ponen delante. Y el sabor amarillo
de la mostaza para encubrir el amargo olor de las almendras.

He visto extrañas luces en el cielo.
Anoche, un hombre oscuro, sin rostro, se arrastró nueve millas
entre el drenaje para salir por mi retrete,
para escuchar mis llamadas telefónicas a través de la endeble madera
con sus orejas de cromo.
Te lo digo, lo oí.

Vi las huellas de sus manos embarradas 
sobre la porcelana.

Ya no contesto al teléfono,
¿te lo había dicho?

Se proponen inundar la tierra con su suciedad.
Se proponen penetrar a la fuerza.
Tienen médicos que abogan por extrañas posturas sexuales.
Fabrican laxantes con droga
y supositorios que queman.
Saben cómo apagar el sol
con explosivos.

Yo me envuelvo en hielo… ¿sabes?
Evita sus scanners infrarrojos.
Conozco encantamientos y amuletos.
Pueden creer que me tienen, pero podría destruirlos
en cualquier momento.

En cualquier momento.

En cualquier momento.

¿Quieres un café, mi amor?
¿te dije que ya no puedo salir?
Hay un hombre junto a la puerta
con un impermeable.

Stephen King

El texto en inglés:
Paranoid-A-Chant

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